jueves, 11 de enero de 2007

La entrevista Creelman. BLANQUEL, Eduardo. Así fue la Revolución mexicana. México, CONAFE, 1985, vol I, pág. 133-135

Repercusiones de una entrevista

Los días 3 y 4 de marzo de 1908, el influyente diario oficioso El Imparcial, de la Ciudad de México, reproducía “casi íntegro” y en español el texto de la entrevista que el presidente Porfirio Díaz había concedido, seis meses antes, al periodista James Creelman, y que el Pearson Magazine de Nueva York había publicado lujosamente en su número de ese mismo mes. Las primeras reacciones ante tal acontecimiento fueron muy variadas. Los más suspicaces llegaron a dudar que la entrevista hubiera tenido lugar realmente. Los nacionalistas se sintieron ofendidos por haber sido extranjero el medio usado por el presidente para transmitir su pensamiento. Otros creyeron enfrentarse a un mensaje cifrado y traslucieron el temor que les producía la posibilidad de equivocar su interpretación. Algunos más, sin creer totalmente sinceras las palabras de Diaz, pensaron usarlas como aval de sus propias actividades políticas. Sin embargo, la mayoría de los mexicanos -entre quienes estuvieron por cierto muchas de las grandes figuras de la política nacional- desconocieron la entrevista o la ignoraron a conciencia.

Pero lo que sí resultó claro fue que, a partir de su aparición, la entrevista se incorporó definitivamente a la vida política mexicana; aunque también fue verdad que lo publicado por El Imparcial no tuvo un eco ni general ni inmediato. Durante varios meses la atención que mereció la entrevista fue esporádica y los comentarios suscitados fueron pocos y en general superficiales. Otras exégesis demasiado sutiles acabaron ignorando lo substancial de las declaraciones del presidente, es decir, su propósito de no volver a reelegirse y su creencia en que la nación estaba lista para una vida de plena libertad política.

Ciertamente los conceptos se desvanecían un tanto en un texto demasiado prolijo, entre histórico y apologético, cuya idea fundamental era dmostrar que la obra del general Diaz, si no había liquidado una realidad compleja donde coexistían “dos civilizaciones” una modernísima y otra arcaica, y donde un México viejo y otro nuevo quedaban “cara a cara”, sí representaba, a pesar de todo el hito más importante del desarrollo nacional.

Un balance para la historia

En tan inusitado documento político, el general Díaz ensayaba un balance aceptablemente objetivo de su obra de gobierno. Decía que su larga permanencia en el poder y la insignificancia de los disidentes implicaba la aceptación tácita de su estilo personal de gobernar. Recordaba haber recibido un país belicoso, socialmente dividido y en quiebra, que devolvía 27 años después, pacificado, ari­mónico, solvente y con sólidos “elementos de esi­tabilidad y unión”, gracias a “la educación”, “la industria” y “el comercio”, y a una naciente clase media que, en México, como en “todas partes, forma los elementos activos de la sociedad” y de la cual “extrae la democracia a sus propagadores y a sus adeptos”. Con el realismo propio de quien está seguro de los resultados últimos de su obra y por ello, como apuntó Creelman, “está más allá de la necesidad de ser hipócrita”, el presidente Díaz admitía que sus métodos de gobierno habían sido muy “duros, inflexibles”, y que para evitar el derramamiento de “mucha sangre” había sido “mejor derramar algo de sangre” si, además, la derramada era “maligna” y la que se “salvó” era “la sangre de los buenos.” Reconocía que la paz implantada por él era una paz forzada”, “pero de todo punto necesaria”, para que “la Nación pudiera al fin regenerarse, pensar y trabajar”. Aceptaba que el país no vivía ni podía haber vivido un régimen verdaderamente democrático, pero al mismo tiempo aseguraba que el largo ejercicio de un poder incontestable, no había “amenguado” sus “ideales políticos”, sino por “el contrario”, lo había convencido de que la democracia “trae consigo los verdaderos y únicos principios de un buen gobierno, aunque en realidad sólo sean practicables en los pueblos que han llegado a su pleno desarrollo”.

AGUILAR, Luis Miguel. et. al. Historia Gráfica de México. siglo XIX-II.

Los Judas pág. 131

«La costumbre de quemar un Judas en la calle, como todas las antiguas, va desapareciendo poco a poco. Ya no aturde nuestros oídos el rumor agrio de las matracas ni se ven esos racimos de muñecos monstruosos, cuyo vientre pantagruélico rellenaban de tortas de harina. Judas va gozando de cierta impunidad. Hubo un tiempo en que los autos de fe menudeaban, con regocijo de los muchachos callejeros: había Judas de tamaño natural, Judas ecuestres, Judas de a veinte duros y de treinta, Judas de casa grande y hasta Juditas microscópicos que los señores cursis se colgaban en el ojal de sus levitas. Un inglés que llegó a México en la mañana de Sábado de Gloria preguntaba inquieto si aquí se ajusticiaba por docenas. “.Hoy han cambiado mucho las costumbres. No se suspende el tráfico de coches durante el Viernes Santo, ni entran los carros ni las mulas enfloradas, cuando suena el repique de la gloria.» (Manuel Gutiérrez Nájera, 1888)

¡pulque pág.136

«No es frecuente que podamos ver la soberbia flor del maguey con su tallo colosal, pues la planta que florece es de una belleza inútil. En el momento en que el experimentado indio se da cuenta e que el maguey está a punto de florecer, corta el corazón, que luego cubre con las hojas laterales, y todo el zumo que hubiera alimentado el tallo grande corre a depositarse en la cavidad que se ha formado, y en la cual el indio introduce, hasta tres veces dentro de un día, y durante varios meses consecutivos, el acocote o calabaza, especie de sifón, y aplicando su boca por una de las extremidades, extrae el licor por succión; ¡curioso procedimiento!, por cierto. Primero se llama aguamiel, y es dulce y sin olor; mas fermenta con faicilidad cuando se trasiega a los cueros o vasijas de barro, en que se le guarda. Para ayudarle fermentar, se le añade un poco de pulque añejo, o madre pulque, como le llaman, el cual ha fermentado durante varios días, y a las veinticuatro horas de haber sido extraído de la planta podéis beberlo en todo su gusto. Se dice que es la bebida más sana del mundo, y agradable en sumo grado una vez que se ha logrado vencer el disgusto que produce su olor a rancio. Sea como fuere, el maguey es una fuente de seguros beneficios, pues su consumo es enorme, de tal manera que muchas de las familias ricas de la ciudad deben su fortuna al producto de sus magueyes. Cuando sus propietarios no fabrican el pulque, suelen vender las plantas a los indios; un maguey, que al sembrarlo cuesta un real, puede venderse cuando está a punto de corte por doce o dieciocho pesos; ganancia digna de tomarse en cuenta, si se considera que se da casi en cualquier terreno, requiere poco abono y, al contrario de lo que sucede con el vino, apenas exige ningún cuidado. Se plantan en líneas paralelas, a la manera de los setos, y aunque la planta sola es hermosa, el efecto en conjunto es monótono. De la fibra se hace un magnífico y resistente hilo, llamado pita, con el cual se fabrica un grueso papel color tierra, y también podrían hacerse telas, si quisieran. Sin embargo, pocos son los adelantos que se registran entre los mexicanos, en lo que se refiere al pulque, comparándolos con el ingenio de sus antepasados indios.Sobre papel hecho de su fibra, los antiguos mexicanos pintaron sus figuras jeroglíficas. Las duras y afiladas púas que terminan sus gigantescas hojas, se usaban como clavos y alfileres; y entre los abusos, que no los usos, había el que hacían los antiguos y sanguinarios sacerdotes, que segun los ritos se horadaban con ellas los brazos y el pecho, en los actos expiatorios. Además, destilando el pulque se hace un aguardiente ·muy fuerte que tiene la ventaja de emborrachar infinitamente más aprisa.»

(Marquesa Calderón de ia Barca, 1840).

El cine pág. 144

En 1897, por diez centavos la entrada, se podía ver cine en México, en el número 17 de la calle de Jesús María, en una sala que se llamó Cinematógrafo Lumiére. El ingeniero Salvador Toscano exhibía ahí pequeños cortos del tipo de Llegada de tren y El sombrero mágico. Don Porfirio fue desde luego el primer Presidente filmado, y las Fiestas del Centenario la primera superproducción del cine nacional, pronto superada por los episodios y las batallas de las tropas revolucionarias. Las filmaciones de Salvador Toscano fueron recopiladas y editadas bajo el título Memorias de un mexicano. Un año antes, desde el 14 de agosto de 1896, se habían realizado exhibiciones particulares en la Droguería Plateros.

Política, poética y sistema decimal. El talento popular recogió el aire que «Los Cientificos» daban al pais y al gobierno porfiriano en una canción satírica y «científica» de 1898:

MARIANA pág.145.

Me quisiera comer un panecito con azúcar y canela, muy caliente, me quisiera arrancar hasta los dientes tan sólo por tu amor.

Por ti, bella Mariana, por ti lo puedo todo. El mundo entero, si me mandas, te lo pongo de otro modo.

Porque yo sé la química, retórica, botánica, botánica, retórica, y sistema decimal.

Volaré del uno al otro polo imitando los globos aerostáticos hasta encontrar la piedra filosófica cuadrada o triangular.

Pues por mi físico, retórico, poético, astrónomo, filósofo y político, sin duda soy el hombre más científico que en el mundo puede haber.

Por ti, bella Mariana, a quien debo de amar, si el mar te molestara con sus olas yo lo mandaría secar.

Haré que los pecados capitales sean obras meritorias para el cielo, haré que los demonios del infierno se salgan a confesar.

Bajaré al fondo de los infiernos, sacaré a los diablos de la cola, a cada uno le daré yo su pistola para ver si saben pelear.

Porque yo sé la química, retórica, botánica, política, poética y sistema decimal.

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